lunes, 20 de mayo de 2013

PEQUEÑOS SUPERHOMBRES DE ACERO

Spiderman es un hombre atormentado por la responsabilidad, que se viste de araña para hacer el bien. Batman es un hombre atormentado por sus pesadillas, que se viste de murciélago para impartir justicia. Superman, no. En absoluto.
 
Superman, el hombre de acero, es un super-hombre de verdad que se viste de hombre para disimular. Su verdadera naturaleza es la de súper. Él puede volar, atravesar paredes, puede fundir metales con la mirada. Puede hacer cosas maravillosas pero se dedica la mitad de su vida a permanecer discretamente escondido tras unas gafas y una corbata, esperando a que llegue el momento en que alguien le necesite... y volar.
 
Bajo los pantalones de Clark Kent se esconden esas mallas ajustadas, esos gayumbos rojos característicos que definen su verdadera personalidad: "parezco una persona normal, pero no. Soy Superman".
 
Salvando las distancias y espero que me perdonéis, los deportistas populares somos un poco así también. Pequeños super-hombres y mujeres de acero que pasan el día en sus oficinas, en sus talleres o en sus casas, dedicados a sus tareas, más o menos felices con la vida que llevan pero todos tienen algo en común: están esperando a que llegue el momento, miran el reloj de reojo o lo sacuden vivamente para que avance más rápido. Llevan bajo sus pantalones las mallas de correr, el bañador, en sentido literal o figurado porque los hay que lo llevan de verdad. Esperan el momento para abandonar su disfraz y mostrar al mundo quiénes realmente son: soy el de las zapatillas, soy el del casco y la bici, soy el nadador; soy el del corazón acelerado y las gotas de sudor, el de las piernas hinchadas y la sonrisa por bandera. Ése soy yo, me conocéis.
 
Mañana volveré a vestir mi disfraz. Volveré a estar listo, preparado, disimulando como siempre... pero te miraré y sonreiré. Y los dos sabremos por qué.

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